23 de septiembre de 2011

Leer es una suerte


Leer es una suerte.  Esta frase salió de uno de los podcast de Tinta sonora, un programa de libros que, semana a semana, conduce Eduard Aguilar desde la Universidad Miguel Hernández de Elche. Esta fue una de las experiencias sobre difusión de la lectura que he podido disfrutar en el Encuentro Maneras de leer, pero ha habido tantas... Más de cien personas hemos compartido la suerte de la lectura. Lectura literaria, lectura en lengua de signos, lectura en parejas... Yo fui invitada a explicar cómo enseñar a leer la prensa en el aula, desde la experiencia de coordinar la revista de mi centro. Aquí dejo mi presentación, y el enlace al pdf anidado (pinchar en el icono del clip), donde hay algunos de los modelos de prácticas de lectura y escritura con  los que trabajo habitualmente.
Y hablando de lectura, qué mejor ocasión para compartir este texto de Constantino Bértolo, editor del sello Caballo de Troya. Que lo disfrutéis.
Razones para la lectura
Para ser inteligente, para creerse inteligente, para sentirse inteligente. Para no estar solo, para estar solo, porque más que solo vale estar mal acompañado aunque mucho se diga que no hay libro malo. Porque hace frío ahí fuera, porque llueve sobre el corazón y gusta ver la tinta sobre los campos de nieve. Para ser entrelagente. Para fumar sin sentirse culpable, para dejar de fumar y las manos no se escapen en busca del aire de nadie.
Para tener un libro de bolsillo en el bolsillo y ocuparse de un mientras, un ya veremos y de un entretanto. Por vista, gusto, tacto, olfato y oído y para saber qué alumbra lo que tanto nos gusta. Por ego y por apego. Para esconderse, para mostrarse, para vestirte, para desnudarte. Porque sí, por si, porque no, para no. Para ser feliz, por no ser feliz, por infeliz. Para andar el camino, para encontrar el camino, para olvidar el camino, para construir un camino, para hacer un alto en el camino. Para no perder el tren.

Por sed, por hambre, por tierra, mar y aire. Para mirarse en el espejo, por reflejo incondicionado, para conocer quién nos habla desde el otro lado del espejo. Por ti, por mí y por ella. Porque queremos ver y que nos vean y sin embargo qué morbo da la “cita a ciegas” (el autor pone la alcoba, el editor la casa, el narrador es el que la luz apaga)
Para ver el humo que avisa donde está el fuego. Porque estar cansado tiene plumas, la avaricia comienza en el dar y porque sólo entonces soy como te quiero. Para tener la libertad que no tiene el solitario. Para pedirte perdón por el daño que me hiciste, echar sal en mis heridas e intentar saber cómo me llamo. Porque puedes estar en misa y repicando, nadar y guardar la ropa, ser Caín y el guardián de tu hermano. Porque si no se las lleva el viento, arden las palabras. Por pie quebrado y tan callado. Para conocer la voz de mi amo y para ver si de una vez alcanzo el silencio. Para ser el enfermo y el psiquiatra. Porque yo no soy como te amo.
Porque el poema es una copa de vino, y se fue, y el mañana no ha llegado. Por punto de partida y de hoja en hoja y leo porque me toca. Porque hay vida más allá del punto y aparte y es sano andar a pie de página. Porque si pierdo la memoria qué pereza. Para ni ser ciego en Granada ni nos obliguen a elegir entre la pena y la nada. Para jugar con fuego y no salir quemado. Porque la letra con letra entra, y sale y vuelve a entrar como beso que no quiere que te calles.
Porque entre todos lo libros que he leído nunca he leído aquel entre cuyas letras desfallecieron de amor Paolo y Francesca. Para tirar la mano, esconder la piedra y mojar el pan en sangre ajena. Para que me llames y me ames. Para acabar con la propiedad privada de mis palabras. Porque si echas cuentas te sale a cuento y hasta te sobran dos quijotes y medio sancho. Y por los libros de los libros, mal o bien, pero amén.


16 de septiembre de 2011

Crucipresentaciones


Leí en Nimias cosas mínimas esta original presentación de su autor y me decidí a convertir la idea en una actividad para el primer día de clase. Crucicosas sobre mí es también deudora de una propuesta que el curso pasado dio sus frutos y que conocí gracias a Guillermo Gómez (5 cosas sobre mí). 

Ahora estamos en pleno proceso a la espera de los resultados, pero como ya hemos completado la primera parte os presento el documento:

crucipresentaciones



Desarrollo de la primera sesión:
Primero los alumnos han elaborado un perfil de mi persona a partir del crucigrama. En cada una de las afirmaciones hay un dato (afición, estado civil, actividad profesional…), pero no todos son explícitos, sino que algunos han debido inferirlos. El tono distendido de algunas afirmaciones y el hecho de que haya datos escondidos ha favorecido el clima de acercamiento, aunque también ha disparado la imaginación de algunos.

Además, he salpicado el crucigrama de conceptos lingüísticos, que he destacado en negrita. ¿Con qué intención? Pues con la idea de tomar el pulso a los alumnos y saber hasta qué punto estaban familiarizados con ellos (¡no quería hacer una prueba de nivel!). Así que una vez he dado por bueno mi perfil (todavía me río de algunas observaciones), nos hemos dedicado a organizar los términos y a clasificarlos (ortografía, léxico, morfología, sintaxis, variedades de la lengua). Ha sido una sesión con mucha participación (en algún momento con sobredosis), en la que me ha sorprendido la naturalidad con la que hablaban de cuestiones de lengua. En realidad, escapaba a mis propósitos del primer día tratar temas como las variedades dialectales o la historia de las palabras -el caso de SOS- con la profundidad con la que lo hemos hecho. 

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Generador de crucigramas
Otra propuesta: El juego del cementerio

1 de septiembre de 2011

MI PRIMERA VEZ

La primera vez que cuento los prolegómenos de mi primera vez (como docente)
Hacía escasamente unos meses que me había titulado en Filología Hispánica y deseaba con todas mis fuerzas tener un trabajo “donde sea y como sea”. Desobedecí mis deseos y el miedo me empujó a rechazar un trabajo de profesora de español en Libreville (Gabón). Bastó un no para diluir el arrojo que mostré cuando viajé a Madrid a presentar mi solicitud. No fue la primera vez que me he sentido una miedica. Ha habido tantas que no consigo ordenarlas en el tiempo.
Sí recuerdo que la segunda oferta que se me presentó fue dar clases en un internado (en el que años más tarde se rodarían algunas escenas de Soldados de Salamina). Ya conocía el régimen de vida de estas instituciones desde la otra barrera. Ahora iba a ser parte del engranaje. Esa fue mi primera vez como docente y la primera vez que sufrí la mordedura de un perro. Yo debía presentarme al centro a primera hora de un lunes. Salí de casa cuando todavía era de noche, pues me esperaba una hora y media de viaje. No había nadie en las calles y empezaba a refrescar. Al torcer una esquina de camino al garaje, apareció un perro (perrito faldero, para ser exactos) y, en un visto y no visto, se aferró a mi pantorrilla izquierda e hincó sus colmillos en la carne. Para zafarme, sacudí la pierna varias veces hasta que noté el desgarro. Como pude, di la vuelta, entré en casa e hice dos llamadas: una al centro para comunicar lo sucedido, y otra al médico de la familia. Tres semanas después me subí por primera vez a una tarima, sin miedo y con una cicatriz que todavía hoy es motivo de preguntas. Los días previos a ese instante deseado, inventarié los mejores momentos de mi pasado de estudiante (a los que sí supe poner en orden) y, como en un remake profesoral, mi primer día de clase  fue un homenaje a uno de mis más admirados profesores.

Este texto no es más que un ejercicio de escritura (sincero, eso sí) similar al que voy a pedir a mis alumnos en este curso que empieza.  Mi primera vez es una sección que El País ha incluido como novedad en la Revista de verano, que se publica en agosto. Es innegable que el título es un reclamo, pues cuando leemos “Mi primera vez”, nuestro pensamiento nos sitúa en el terreno de la sexualidad. No obstante, las firmas que han sido invitadas a colaborar cuentan, con pericia literaria, experiencias de muy diversa índole.
Voy a invitar a mis alumnos a que indaguen en su memoria, con el fin de que rescaten el recuerdo de una primera vez  y lo cuenten. Pero antes, haremos una lectura crítica de la siguiente selección (punto de vista, orden temporal, transcripción de citas, marcas de subjetividad...):


La primera vez que vi un muerto (Wendy Guerra)
La foto de familia (Mnauel Rivas)
Con Rubén (Carme Riera)
De cuando Eva encontró a "Rita" (Juan Cruz)
La suerte del principiante (Ignacio Martínez de Pisón)
Sesión de polo de limón (José María Guelbenzu)
En torno a unos zapatos (Andrés Neuman)
Vivir para contarla (Martín Caparrós)



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Actualización 05/09/2011: Recomiendo leer Mi primera vez por Eduardo Muñoz Uribe
Actualización 17/09/2011: Juan Antonio Cardete recomienda este fragmento de Luis Landero.